sábado, noviembre 13

“Qué pendejos. Qué indignante.”


En nuestro país y sobre todo en Lima, es normal ir caminando por la calle y escuchar que al pasar una chica no falte un palomilla que le lance un piropo subido de tono.
Si bien estos no van con deliberada mala intención, en muchos casos, por no decir en la mayoría, estos son por demás ofensivos. No soy mujer pero muchas veces he tenido que lidiar con estos patanes mientras caminaba con mi hermana o enamorada.
Recuerdo que una vez uno de estos “vivos” le dijo a mi hermana, sin percatarse que yo estaba cerca: “Mamita, no me muevas tanto la cuna que se me despierta el nene.” Mi reacción inicial fue realmente irascible  y sin dudarlo le menté la madre. Segundos después solté la carcajada puesto que, si bien sentí que la habían faltado el respeto y que se habían burlado también de mí, no pude negar que era el piropo más gracioso, aunque ello no le quitaba lo grotesco, que había escuchado. Es que son así, ofensivos, pero no podemos negar que son bastante creativos.
Pero el punto o la pregunta aquí es: ¿qué debemos pensar si el payasito este que no duda en faltarle el respeto a una mujer es alguien que supone tiene la misión de cuidarla? Para ser más claros, ¿Qué pasa si este es un sereno, un guachimán o un policía?
En más de una ocasión he “pescado” a un policía o guachimán que, sin importarle que esté acompañada, se queda pegado mirándole el trasero o los senos a mi enamorada. Y aquí tengo que confesar que alguna vez reaccioné de la misma forma que cuando me sucedió lo de mi hermana y en ese instante se les va todo lo “pendejitos” y sólo atinan a hacerse los locos y poner su cara de cojudos.
Decidí escribir sobre esto porque hoy caminando por ahí vi a dos serenos que al pasar una señorita sola no dudaron en decirle: “Asu mare mamita, too eso es tuyo? No pude creerlo. Una cosa es que miren porque, aunque de repente esté “mal”, son hombres y sea quizá algo normal, o mejor dicho común, pero que alguien que supone debe cuidar a las ciudadanas y ciudadanos se mandase con tamaña grosería me pareció realmente repugnante.
Mi impotencia fue tan grande sólo atiné a decir: “Qué pendejos. Qué indignante.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario